El 57% de la producción global de pescado, marisco y algas proviene de piscifactorías, granjas acuáticas destinadas a cultivar animales o plantas
La granja de peces flotante más grande del mundo es capaz de producir salmón en el mar Amarillo, corvina en el de China Oriental y bacalao en el Meridional. Su nombre es Guoxin 1, pertenece a Pekín y se trata en realidad de un gigantesco barco con quince tanques —cada uno dos veces más grandes que una piscina de natación estándar— y una capacidad de producción de 3.700 toneladas de pescado cada año.
El último invento del sector acuícola muestra el grado de desarrollo que ha alcanzado una industria que ya aporta el 57% de la producción global de pescado, marisco y algas, según datos de la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Se basa principalmente en granjas acuáticas destinadas a producir y engordar animales o plantas en su medio natural —como las bateas de mejillones— o entornos artificiales —piscinas en tierra firme repletas de carpas, truchas o lenguados— para su posterior consumo humano.
La inmensa mayoría de las piscifactorías se concentran en Asia —en 2020 la región acaparó el 92% de la producción, con China concentrando por sí sola el 63%—, mientras que el reparto por especies también es muy desigual. El 40% del rendimiento acuícola pertenece a peces de agua dulce, por delante del 29% de las algas, el 14% de los moluscos, el 9% de los crustáceos y el 7% de los peces marinos (peso vivo). Las capturas en mar abierto siguen suponiendo el 95% de la producción total de este último tipo, mientras que las piscifactorías aportan el 97% de la producción mundial de algas, el 82% de peces de agua dulce, el 74% de moluscos y el 65% de crustáceos.
Los principales productores son países en desarrollo muy poblados donde este tipo de granjas permite saciar por muy poco dinero a grandes sectores de la ciudadanía. Es el caso de Bangladés y Vietnam en Asia o el de Egipto en África, modelos exitosos que podrían exportarse a otros territorios con condiciones similares. Teniendo en cuenta la sobreexplotación de los mares y el impacto medioambiental de la pesca de arrastre, la acuicultura supone una alternativa muy interesante para combatir el hambre de una forma sostenible.
Otros Estados que disfrutan de largos litorales y fiordos resguardados de los envites del mar como Chile o Noruega también poseen potentes industrias acuícolas, aunque fuera de Asia y Latinoamérica este tipo de instalaciones suelen estar destinadas principalmente a la producción de bivalvos marinos, como en Nueva Zelanda (87% del total), Francia (75%), España (75%) o Italia (62%). En España, por ejemplo, el primer productor de la Unión Europea, existen más de 5.000 piscifactorías que producen alrededor del 25% del consumo de pescado nacional, la gran mayoría procedente de cultivos verticales de mejillón.
Se trata además de una práctica que al contrario de lo que pueda parecer lleva desarrollándose durante milenios: hace ya cerca de 4.000 años desde que familias chinas comenzaron cultivar carpas en estanques. En la Grecia antigua el cultivo de ostras fue documentado por autores como Aristóteles o Plinio y el general romano Lucinio Mureno es considerado en Occidente el inventor de las piscinas donde se criaban y engordaban peces en el siglo I. De hecho, la reproducción de peces y moluscos en cautividad se convirtió en un símbolo de riqueza y ostentación para las capas más pudientes de la sociedad romana.