Las deformidades esqueléticas están asociadas a factores de estrés ambiental como la calidad del agua, la contaminación y las prácticas de manejo
La anquilosis, lordosis, cifosis y cifolordosis, son cuatro deformidades esqueléticas que afectan significativamente la morfología de la dorada (Sparus aurata). Cada una de estas condiciones tiene un impacto particular en la vida y viabilidad de los peces dentro de un entorno de cultivo. Estas deformidades esqueléticas están asociadas a factores de estrés ambiental como la calidad del agua, la contaminación y las prácticas de manejo.
La anquilosis, caracterizada por la fusión anormal de las vértebras, puede llevar a una rigidez en la columna vertebral que afecta negativamente la flexibilidad y movilidad del pez, impactando en su habilidad para nadar y, por ende, su supervivencia y rendimiento productivo.
La lordosis, una curvatura hacia el interior de la columna vertebral que resulta en una concavidad en la región ventral, altera la distribución normal de las fuerzas a lo largo de la columna y puede afectar la natación y la postura del pez. Esta deformidad es especialmente problemática, ya que reduce el crecimiento y aumenta la susceptibilidad a otras enfermedades o lesiones.
Por otro lado, la cifosis, que es una curvatura hacia el exterior de la columna, limita la función mecánica de la columna, afectando la capacidad del pez para realizar movimientos eficientes y rápidos.
La cifolordosis combina aspectos de la cifosis y la lordosis, mostrando curvaturas convexas y cóncavas en la columna vertebral. Esta combinación complica la estructura y funcionalidad del esqueleto, resultando en una forma de “S” o zigzag que puede comprometer significativamente la capacidad de natación del pez y su bienestar general, afectando su crecimiento y viabilidad.
Es importante destacar que estas deformidades suelen surgir durante las etapas larvarias y juveniles, que son críticas para el desarrollo esquelético. Los efectos de estas deformidades son duraderos y tienen implicaciones significativas tanto en la salud y bienestar de los peces como en la economía de las operaciones de acuicultura, ya que los peces afectados suelen tener un menor valor comercial y requieren cuidados adicionales.
Controlar la calidad del agua, asegurar una nutrición adecuada, gestionar cuidadosamente la genética y mantener buenas prácticas de manejo para minimizar las incidencias de estas deformidades son esenciales para la rentabilidad de la actividad. Por eso considerar las causas individuales de cada deformidad puede ser clave para prevenir y mejorar la gestión en las granjas acuícolas, lo que a su vez asegura la sostenibilidad y eficiencia de estas importantes operaciones.
Fuente: MIS PECES