Los océanos son fundamentales para la seguridad alimentaria mundial y los medios de vida de más de 600 millones de personas, y esenciales para transformar los sistemas agroalimentarios, afirma Manuel Barange, Director de la División de Pesca y Acuicultura de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Barange, un científico marino de primer nivel, está aportando toda su experiencia a fin de, entre otras iniciativas, ayudar a los países a liderar una transformación azul y expandir de forma sostenible los sistemas alimentarios acuáticos en beneficio tanto de las personas como del planeta, sin dejar a nadie atrás.
En el Día Mundial de los Océanos, el experto nos explica en qué consiste la transformación azul, por qué son importantes los océanos y cómo los alimentos de origen acuático son una de las mayores oportunidades para luchar contra el hambre, e incluso el cambio climático.
Los océanos como solución
Como científico, el experto destaca que los océanos son esenciales para un clima estable, ya que absorben un cuarto de las emisiones de carbono que emitimos y el 90 % del calor que producimos. Además, ocupan las tres cuartas partes del planeta y el 90 % del espacio habitable para cualquier animal o planta.
“Francamente, puedo asegurar que no hay un solo problema que tengamos hoy en día —ya sea el cambio climático, la seguridad alimentaria o la pobreza— que pueda resolverse sin considerar a los océanos como parte de la solución”, subraya Barange.
El científico insiste que quiere que la gente entienda que los océanos no son un acuario, es decir, que no solo existen para ser admirados, sino que también son el lugar donde los seres humanos obtenemos nuestros alimentos y nuestros medios de vida.
“Somos parte del océano; no estamos aparte de él. El Día de los Océanos se convierte así en nuestro día, el Día de los seres humanos. El día en que buscamos soluciones”, añade.
Para el experto, considerar a los seres humanos como parte del océano supone un cambio conceptual fundamental, obvio para las comunidades dependientes de los océanos pero no tan obvio para todos sus defensores.
“Porque si nos vemos como parte del océano, entonces no solo somos parte del problema, sino también parte de la solución necesaria. No somos ajenos a ninguno de ellos’’.
Los alimentos acuáticos como oportunidad
Para comprender la dimensión del desafío que supone alimentar al mundo, el experto recuerda que la FAO se creó en una época en la que el 70 % del planeta vivía en la pobreza, y en la que la opinión científica era que no era posible alimentar a 3 000 millones de personas. El mundo tiene ahora una población de 7 500 millones de habitantes, y crecerá hasta los 10 000 millones en tan solo unas décadas.
“Cualquier cuestión que aborde este desafío es una oportunidad. Y también lo son los alimentos de origen acuático. No solo por el volumen de producción, sino también por la composición nutricional de estos alimentos, esenciales sobre todo para los niños y las mujeres en edad reproductiva”.
El término alimentos acuáticos hace referencia a las 3 000 especies diferentes de peces, moluscos, crustáceos y algas que capturamos, y a las más de 650 especies que cultivamos. Según el experto, se trata de una enorme biodiversidad que ofrece oportunidades alimentarias excepcionales a largo plazo y soluciones renovables, si se gestiona adecuadamente. Además, el cultivo de muchos alimentos de origen acuático tiene un impacto ambiental mucho menor que el de los sistemas de producción animal en tierra.
Barange aclara que, aunque la demanda de alimentos de origen acuático ha crecido en todo el mundo al doble del ritmo de crecimiento demográfico, es erróneo pensar que la presión sobre los océanos y, por tanto, sobre la pesca de captura, también se ha incrementado.
“No es ese el caso. La pesca en el mundo se ha mantenido sorprendentemente estable a escala mundial durante los últimos 30 años. Entonces, ¿cómo podemos satisfacer esta demanda adicional? La acuicultura. La acuicultura ha sido el sistema de producción alimentaria que más rápido ha crecido en las últimas cinco décadas, pasando de prácticamente cero hace tres o cuatro décadas a tener ahora casi la misma productividad que la pesca de captura”, explica.
Un nuevo desafío
Para Barange, aunque la pesca excesiva sigue siendo un gran desafío para nuestros océanos y sus alimentos acuáticos, en muchos países se ha avanzado de forma significativa, y actualmente existen más instrumentos, información y políticas para hacerle frente en comparación con el período pasado.
Sin embargo, el cambio climático ha planteado un problema totalmente nuevo y el mundo debe estar preparado para adaptarse. Pero, ¿cómo afecta este desafío a nuestra capacidad de alimentar al mundo con alimentos de origen acuático?
“Al contrario que lo que sucede con la mayoría de los recursos que cultivamos para obtener alimentos, los peces se mueven libremente. No tienen fronteras. No llevan pasaporte. Y el cambio climático está provocando alteraciones en su distribución, haciendo que se desplacen hacia los polos. También están cambiando su productividad. Están alterando su estacionalidad. Y esto tiene importantes implicaciones en toda la cadena de valor”, subraya el responsable de Pesca y Acuicultura de la FAO.
Por ejemplo, si un pescador que está acostumbrado a capturar determinada especie comienza a capturar una diferente, es posible que sus aparejos de pesca no sean efectivos, que no tenga permisos específicos y que tenga problemas para encontrar compradores y consumidores.
Por tanto, a la hora de abordar el cambio climático en el contexto de la seguridad alimentaria, tenemos que asegurarnos de que podemos adaptarnos, y de que esta adaptación no es solo un mecanismo de supervivencia, sino parte de la solución a largo plazo”, subraya.
La adaptación debe abarcar tanto a la pesca como a la acuicultura. Esto incluye cambiar el funcionamiento de las instituciones, de los pescadores, de los mercados y de los consumidores, y estar preparados con innovaciones tecnológicas en los casos en que sea posible.
El experto advierte también contra una “espiral de mala adaptación”, o la búsqueda de soluciones solo a corto plazo que podrían reducir el potencial de adaptación de otros.
Creo firmemente que el cambio climático es el mayor reto al que nos enfrentamos en lo que respecta a la pesca para proporcionar alimentos a una población en aumento”.
Una transformación azul ya en marcha
La transformación azul de la FAO es una visión para la transformación de los sistemas alimentarios acuáticos con miras a conseguir una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor para todos.
“Cuenta con dos grandes principios: el primero es aceptar que los alimentos acuáticos son parte de la solución al hambre y la malnutrición. El segundo es reconocer que se ha producido una transformación sin nuestra intervención específica”, explica el experto.
Barange pone de relieve que el crecimiento exponencial de la acuicultura es un ejemplo de la enorme transformación que se ha producido en el sector, impulsada por la innovación del sector privado.
“Así pues, la teoría del cambio detrás de la transformación azul es que, si hemos visto estos cambios sin que nosotros los hayamos dirigido realmente, ¿qué intervenciones específicas podemos implementar para asegurarnos de que la transformación futura sea más efectiva y de mayor alcance?”.
El siguiente paso, explica, es determinar cuáles son esas intervenciones.
“La primera es seguir desarrollando la acuicultura de forma sostenible. Esperamos que la acuicultura crezca alrededor de un 22 % de aquí a finales de esta década. Pero ni siquiera eso bastará para alimentar a una población en aumento. De modo que tenemos que ayudar a los países a desarrollar la acuicultura de forma más efectiva”.
El segundo objetivo, añade, es asegurarse de que todas las pesquerías se sometan a una ordenación eficaz.
“Esto puede parecer sencillo de entender, pero el 50 % del pescado que hay en el mercado procede de especies gestionadas científicamente, el otro 50 % no tiene ese nivel. El 50 % sujeto a ordenación se está reconstituyendo cada vez más y es sostenible, el resto no lo es. De modo que, si afirmamos que hay que poner todo bajo una ordenación eficaz es porque sabemos que eso hace que la pesca sea sostenible a largo plazo”.
El tercer objetivo de la visión de la transformación azul de la FAO es desarrollar las cadenas de valor de los alimentos de origen acuático, lo que significa reducir las pérdidas y el desperdicio; facilitar el acceso de los productos a los mercados regionales y mundiales; concienciar a los consumidores sobre el valor de los alimentos de origen acuático; e incorporar estos alimentos a las estrategias nutricionales nacionales.
Todos estos procesos, en los que se combina una mayor y mejor producción y un mejor uso es de lo que trata la transformación azul”, subraya el científico.
La FAO trabaja intensamente con los países para implementar esta transformación. Por ejemplo, en lo que respecta a la acuicultura, se alcanzó recientemente con los Miembros de la FAO un acuerdo sobre directrices para el desarrollo sostenible de la acuicultura, que ofrece un contexto normativo para un crecimiento sostenible y duradero”.
El ser humano es la única solución
Por último, el experto destaca que los consumidores tienen también un papel importante que desempeñar para garantizar que se implemente la transformación azul y que, como resultado, los recursos acuáticos sean más sostenibles y efectivos.
“Tenemos que asegurarnos de educar a los consumidores, porque hay mucha desinformación y malentendidos cuando se trata de temas de pesca y acuicultura. Comunicar las buenas historias no se nos da tan bien como comunicar las malas. Por eso es importante educar al consumidor”.
Barange añade que el consumidor tiene además que exigir que lo que consume sea sano y sostenible, y para ello hay que hacer más hincapié en la transparencia de la cadena de valor de los alimentos de origen acuático.
Es igualmente importante que el consumidor se dé cuenta de que tenemos que estar preparados para cuando el cambio climático empiece a afectar de verdad y a cambiar los sistemas alimentarios acuáticos. Siempre digo que tenemos que comer el pescado del día, no el pescado de ayer”.
Las personas forman parte del medio ambiente oceánico, subraya el Barange, recordándonos que en todo el mundo unos 600 millones dependen de la pesca y la acuicultura. Alrededor del 90 % de estas personas viven en el hemisferio sur, y muchas en comunidades donde tienen muy pocas alternativas para sus medios de vida y para su alimentación que el océano, los ríos y los lagos. No son solo usuarios del océano, forman parte de su entorno, son otra especie con un ciclo vital que depende de los océanos.
“Debemos también encontrar soluciones que funcionen a gran escala. Y para que estas soluciones sirvan hay que reunir a los actores para que se conviertan en los administradores que necesitamos. Sin los océanos, los ríos y los lagos, no podremos abordar eficazmente los problemas relacionados con la pobreza, la malnutrición, la seguridad alimentaria y el cambio climático. Necesitamos juntar en torno a la mesa a las comunidades que dependen de los océanos”, concluye.
Transformación azul de la FAO (disponible en inglés únicamente)
División de Pesca y Acuicultura de la FAO
Fuente: FAO