La acuicultura en Perú comienza, como en muchos países latinoamericanos, a inicios del siglo pasado; sin embargo, no es menos cierto que algunos de los cronistas que vinieron con los primeros descubridores españoles, ya describían como encontraron prácticas de cultivos de peces en pozas, como es el caso de la zona de Pachacamac y otras ubicaciones. A pesar de que era una acuicultura de reclutamiento y mantenimiento de peces confinados, era un avance tecnológico para la época.
Centrándonos en la acuicultura moderna, la primera especie que se comenzó a producir fue la trucha arcoíris, que fue introducida con fines de pesca deportiva por ingenieros de minas de Estados Unidos entre la década de los años ’20 y ’30. Por las buenas condiciones de las cuencas peruanas fue una especie que rápidamente se desarrolló sin mayores problemas. La serranía central del Perú, en Concepción, cerca de Huancayo, se ubicó un primer centro de producción y fue una de las principales áreas de expansión de la especie. En el Lago Titicaca, en la zona de Chucuito, gracias a un acuerdo entre Perú y Bolivia, se ubicó posteriormente un centro de reproducción para el poblamiento de dicho lago que llego a sostener una pesca de importancia.
Por la misma época, en Camaná, al sur del país se comenzó la crianza de juveniles de camarón de río (Paleomonido) a partir del reclutamiento de las post-larvas que migraban río arriba desde el mar con fines de repoblamiento y extenderlo por otras cuencas.
Y en lo que respecta a la selva, en la zona de Iquitos, a mediados del siglo pasado ya se comenzó a hacer la crianza del paiche, una especie muy apreciada en la selva, y que era considerada en la época de los caucheros como “el ganado de la selva”.
Ya más adelante, a inicios de los años ’70, se crea el Ministerio de Pesquería y asume las competencias en acuicultura que las tenía el Ministerio de Agricultura. En ese mismo año, el Instituto del Mar (IMARPE) recibe el encargo de ampliar sus investigaciones en acuicultura marina y continental y comienza a capacitar a un grupo de profesionales jóvenes.
Los primeros proyectos que se desarrollaron fueron experimentales y demostrativos y se centraron en la crianza de langostinos (Litopenaeus) en estanques en el norte del país; de evaluación de la pesca de la trucha y opciones para su crianza, en el lago Titicaca; y de manejo y crianza de paiche, paco, gamitana sábalo, entre otras especies amazónicas, en Iquitos y en Pucallpa (este último un proyecto del IVITA de la Universidad de San Marcos), en la selva.
Langostinos de la región de Tumbes /SANIPES
Igualmente, desde el IMARPE se encargaron de introducir la tilapia nilótica en un laboratorio que se asignó en Huachipa, cerca de Lima. Este proyecto tenía como principal objetivo impulsar la piscicultura integrada a la agricultura rural y con ello la seguridad alimentaria, al ser una especie con una tecnología de cultivo muy consolidada y con opciones de producción sencillas.
Por la misma década de los ’70 se impulsó desde el IMARPE en la Isla de San Lorenzo la evaluación de la crianza de la concha de abanico (Scallops, Vieiras), que tuvo su mayor apogeo productivo inicial después del El Niño entre el ’82 y ’83 en la Bahía de Paracas, lo que originó su interés en la acuicultura comercial.
Fueron unos inicios muy esperanzadores para lo que se podría hoy pensar, cuyo posterior desarrollo se vio desacelerado posiblemente debido a que el Perú es un país predominantemente pesquero, que ha visto a la acuicultura como algo accesorio, generando en esta actividad muchos vaivenes. Tanto es así que el IMARPE recibió instrucciones de cerrar las instalaciones de acuicultura demostrativa a mediados de la década de los 80’ porque no se les veía futuro en comparación a la importante actividad de pesca. No obstante, ello fue una decisión que duró poco tiempo y a los pocos años se rectificó el error y se volvió a impulsar nuevamente la investigación y desarrollo de la acuicultura por el IMARPE en el Perú. Otras instituciones como el FONDEPES, el IIAP, el CONCYTEC y las universidades continuaron también con el impulso acuícola, hasta llegar a la situación actual.
¿Cómo describiría la situación actual de la acuicultura del país?
Hoy en día, la acuicultura en el país está bastante diferenciada, con una legislación que la regula, y con empresas de pequeña dimensión, en su gran mayoría, y algunas de mediano y gran tamaño.
La acuicultura que más se desarrolló, gracias a las experiencias iniciales del IMARPE, fue la de langostinos, con muchas empresas de mediano a gran tamaño y mayor nivel de industrialización. Esto ha permitido a los productores poder sobreponerse a los distintos episodios epidémicos de enfermedades asociadas a la especie como el virus de la mancha blanca, las vibriosis, entre otras; así como a los impactos destructivos de El Niño, que en la costa norte del Perú se deja sentir con gran intensidad. Es, por tanto, una acuicultura consolidada que a pesar de las sucesivas caídas ha sabido crecer hasta convertirse en la primera en el rubro en valor de exportación acuícola del país, y superando grandemente a la extracción por pesca local.
Por su parte, la concha de abanico, por las necesidades de cumplir con los estándares de exportación hacia la Unión Europea, ha dejado de ser una actividad de pescadores, los que se han ido reconvirtiendo en acuicultores.
Si bien existen importantes empresas con altas inversiones y tecnología en diversas partes de los andes peruanos para la producción de la trucha arcoíris, su acuicultura está en general muy atomizado, estando compuesta principalmente por pequeñas empresas.
Jaulas de truchas lago Titicaca
¿Cómo debe ser el futuro desarrollo de la actividad?
Como comentaba en la anterior pregunta, en el caso de la trucha arcoíris, la dispersión de la producción y la atomización del sector debe ser resuelto con una mayor asociatividad de las empresas y el reforzamiento de la cadena productiva. Ya que, aunque avanza, lo pudiese hacer de mejor manera y con mayor sostenibilidad. Cuando la asociatividad y tecnificación comiencen a producirse de manera más importante, hará que éstos sean mejores productores en general y, sobretodo, mejorarán la calidad de sus productos. Juntos y asociados – y cuando sea posible creando “clusters” productivos -, podrán mejorar sus condiciones de competitividad que es otro de los desafíos de la acuicultura peruana.
Otro aspecto importante a destacar es el de que la acuicultura peruana, en general, debe desarrollarse, y no enfocarse simplemente en el crecimiento de la producción, con un criterio de sostenibilidad ambiental y social, y con competitividad. Para que esto ocurra se necesita inversión en investigación y desarrollo tecnológico e innovación; y sobretodo, potenciar la producción de semilla de las especies más importantes como la trucha, el langostino y la concha de abanico.
Existe una dependencia muy alta de la importación de semilla extranjera. Las ovas de trucha se importan de Estados Unidos y Europa; mientras que una parte importante de las post-larvas de langostinos se introducen desde Ecuador, y en menor cantidad de Colombia. En el caso de la concha de abanico, mucha de la semilla se recluta de la naturaleza, con los consiguientes vaivenes que ya se han explicado por las variaciones ambientales y que se pueden entender. Hay pocas empresas que tienen laboratorios o criaderos de reproducción.
Una vez se tenga semilla producida en criaderos, el siguiente paso debe estar dirigido a trabajar en genética, ya que no todas las zonas del país son iguales. Debemos orientarnos a producir semillas genéticamente adaptadas a cada condición particular del país y a la opción tecnológica de producción elegida.
Es importante también tener en cuenta que, al tratarse mayormente de una actividad de crianza animal (aunque la opción de cultivo de macro y micro algas es de la mayor importancia en el país dadas sus favorables condiciones marinas), hay que aprender de las otras tecnologías productivas, sobretodo de la cría de pollos, que creció en base a genética, manejo y alimentos especializados.
Precisamente, la alimentación es el otro punto en el que hay que trabajar, y más concretamente en el desarrollo de alimentos para cada etapa y cada tipo de cultivo.
En definitiva, tenemos que consolidar lo que ya hemos avanzado y diversificar con actividades nuevas de acuicultura, aprovechando la gran biodiversidad de las especies nativas peruanas en el mar y en las aguas continentales peruanas. Esta diversificación no debe ser solo de especies, también de productos de valor agregado que puedan abastecer las exigencias de los mercados exteriores.
¿Qué le falta al Perú para convertirse en potencia mundial de acuicultura?
Perú es uno de los países con mayor proporción de agua dulce del mundo donde se pueden producir especies de interés acuícola, y también una costa con altísima productividad y que no es muy agresiva en la que también se pueden instalar granjas marinas.
Necesitamos un Estado con un papel más proactivo que sancionador, para un sector tan complejo como el de la acuicultura, donde las competencias están muy repartidas en los distintos sectores de la Administración que controlan el agua, el medio ambiente, etc. Hay que ayudar a formalizar a la gente, a que se asocien, apoyando al extensionismo (transferencia del conocimiento) acuícola para que la gente se capacite a todos los niveles. Para eso, las instalaciones deben trabajar de manera coordinada, lideradas por el Ministerio de la Producción a través de su Dirección General de Acuicultura. Ésta debe fortalecerse y mantenerse en manos de profesionales que conocen del tema.
La acuicultura de Chile, Brasil y México, y la que se ha desarrollado en Europa, ha tenido mucho apoyo del Estado que ha puesto esfuerzo, y recursos económicos a disposición de los acuicultores y que ha hecho de la acuicultura una prioridad. Reglas claras, ordenar las instituciones y el uso de las infraestructuras, ayudar con el acceso a los mercados, son cuestiones básicas que se deben abordar desde la gobernanza.
Hay que visibilizar la acuicultura, y mejorar la imagen, ya que todavía tiene muchos detractores, ya sea por motivos de competencia con otras especies pesqueras o de producción terrestre, o por razones ambientalistas muchas veces no bien fundamentadas.
Es importante también mejorar la instrucción de las personas que se dedican a la actividad, y en esto la academia, de la que yo soy partícipe, tiene mucho trabajo por delante. Revivir la asistencia técnica a las empresas y mejorar la educación en la producción sostenible y en calidad del producto para que pueda realmente calificar bien. En el tema de la educación, es mucho más fácil la transmisión de la formación a nivel gremial y asociativo que de forma particular a los productores, que en ocasiones están muy aislados.
En el caso de la diversificación es cierto que es difícil poner en el mercado especies nuevas. Sin embargo, no debemos olvidar que en el caso de las especies amazónicas hay mercados locales importantes que se deben atender, ante una pesca en declive. El paiche o los grandes bagres son especies más conocidas y de alta calidad, que pueden aspirar a ser grandes jugadores a nivel internacional, que, además, tienen excepcionales condiciones para la acuicultura, que aceptan el cautiverio en estanques y crecen rápido, lo cual es una gran ventaja.
La costa peruana es un tema aparte. Se trata de una de las zonas más ricas del mundo en término de nutrientes y se pueden desarrollar muchos tipos de acuicultura. Tenemos la corriente fría de Humboldt (también llamada corriente peruana) y la corriente caliente en el norte, lo que permite un desarrollo de la acuicultura costera variada, como la de concha de abanico, como ya se viene haciendo, evitando conflictos con otras actividades y contaminación; y también de algas que pueden reducir el impacto ambiental, ya que éstas limpian el agua del mar, dan cobijo a estadios larvarios tempranos de otras especies asociadas como erizos y moluscos.
Sin olvidarnos de la acuicultura offshore, del que tenemos ventajas al ser un país pesquero importante que permite sinergias con las infraestructuras portuarias, de la industria transformadora que pueden apoyar tanto a nivel logístico como comercial. Ya en un nivel altamente tecnológico, están los sistemas de recirculación para especies que se adaptan bien al cautiverio. Es cuestión de desarrollar o adaptar la tecnología, fomentar el uso de la biotecnología y potenciar el uso de los bioflocs, por ejemplo.
Gracias a que contamos con un sector pesquero desarrollado, existen, como ya he señalado, posibilidades de sinergias que permitan un mayor desarrollo de la acuicultura, a través del uso compartido de las infraestructuras pesqueras y del acceso a mercados. También con un mejor uso y aprovechamiento sostenible de las harinas de pescado que producimos para hacer crecer la acuicultura local que genera empleo y progreso para el país, especialmente en zonas del interior.
No podemos pensar que de la noche a la mañana vas a prohibir la pesca industrial, es más lógico pensar en todos los beneficios que proporcionará el usar localmente, al menos en parte, la harina y el aceite de pescado que producimos y que puede generar una cadena de valor en la acuicultura nacional que permita producir robalos, corvinas, lenguados, langostinos, seriola y muchos más productos; además, con valor agregado, en el que han intervenido fabricantes de alimentos, piscicultores, empresas de tecnología, cadena de frío, transporte y distribución, entre otros.
Fuente: Mis peces