Las instalaciones de acuicultura realizan estudios de impacto ambiental y planes de vigilancia, controlando de forma permanente la calidad del agua
Teniendo en cuenta que el 70% de la superficie del planeta es agua y que en la actualidad obtenemos el 98 % de nuestros alimentos de la superficie terrestre, es fácil pensar que cultivar el agua es la solución más sostenible para la alimentación del futuro. Como decía Jacques Cousteau en 1973: “Tenemos que dejar de ser cazadores en el mar para ser agricultores y granjeros. Porque eso es la civilización”. Por lo tanto, así como la agricultura tiene por objetivo crear y obtener alimentos en los ecosistemas terrestres, la acuicultura lo hace en los mares, océanos y ríos de forma sostenible, garantizando proteínas animales seguras y de excelente calidad para las generaciones presentes y futuras, sin agotar los recursos naturales ni provocar una crisis ambiental o social.
Contar con fuentes de producción de suficientes alimentos de cercanía, nutritivos, seguros y saludables, permite que no dependamos de otros países para alimentarnos. Es importante destacar que la acuicultura provee en la actualidad cerca del 50 % de los alimentos de origen acuático (para consumo humano). La soberanía alimentaria siempre ha sido importante, pero ahora más que nunca porque puede ser vital en casos de crisis, como una pandemia o una guerra, donde un cierre de fronteras podría afectar al abastecimiento de alimentos.
La propia ONU puso de manifiesto que la producción acuícola contribuye de forma decisiva a la seguridad alimentaria mundial; ya que se espera que la producción total de alimentos acuáticos alcance los 202 millones de toneladas en 2030, debido principalmente al continuo crecimiento de la acuicultura. Por lo tanto, la acuicultura se considera una actividad clave para el desarrollo de un sistema alimentario sostenible y justo, clave para el desarrollo de la Economía Azul.
El uso y la calidad del agua
El sector acuícola lleva un control riguroso de la calidad y salubridad del agua, tanto de la que utilizan, como de la que devuelven a los ríos y mares. Es más, para la actividad acuícola es imprescindible que el agua se mantenga libre de contaminantes y en condiciones biológicas similares o incluso mejores que las del propio entorno natural. En concreto, en la acuicultura continental el agua se devuelve en las mismas condiciones y proporciones a su cauce original, por lo tanto, tiene una huella hídrica muy baja.
Por lo tanto, la acuicultura es consciente de que el agua es el medio natural donde desarrolla su actividad y que, por lo tanto, deben cuidarla por encima de todo, protegiendo su calidad, su entorno y su biodiversidad.