Las algas pueden ser un poderoso aliado contra las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. No obstante es preciso analizar el momento de la cosecha
Las algas marinas han sido vistas recientemente como un arma a nuestra disposición para la lucha contra el cambio climático y las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Sin embargo, no existe un consenso científico en este sentido ya que algunos investigadores puntualizan que esta capacidad para absorber dióxido de carbono está relacionada con la etapa de crecimiento y la influencia de los microorganismos del entorno.
En una reciente investigación publicada en la revista científica Agriculture, Ecosystems & Environment, investigadores de la Academia China de Ciencias discuten sobre la compleja dinámica de la captura de dióxido de carbono en entornos de cultivos de algas marinas, destacando la necesidad de gestionar cuidadosamente la cosecha para maximizar su función como sumidero y mejorar los beneficios ambientales.
Como explican, en las etapas de crecimiento rápido, las algas marinas pueden eliminar eficazmente el dióxido de carbono del agua, actuando como un sumidero. Sin embargo, añaden, a medida que estas algas entran en etapa de crecimiento tardío y envejecimiento, los procesos de respiración y remineralización microbiana pueden provocar la liberación de dióxido de carbono a la atmósfera, convirtiendo el área de cultivo de las algas en una fuente emisora.
En este proceso también hay que tener en cuenta los efectos de la temperatura del agua del mar en el sistema de dióxido de carbono enfatizando como estos cambios pueden afectar el equilibrio en el agua de mar.
También consideran importante considerar los efectos ambientales del cultivo de algas, como la acidificación del agua del mar y la desoxigenación durante las etapas de crecimiento tardío y envejecimiento.
Para abordar esta cuestión, los investigadores se basan en el caso del cultivo del alga kelp y como afecta al sistema de dióxido de carbono parcial en el océano en sus diferentes etapas de crecimiento. En la etapa de crecimiento rápido, se ha observado una caída de la concentración de dióxido de carbono en comparación a zonas de no cultivo, siendo hasta 73 micro moles por atmósfera más bajas.
Sin embargo, en etapas de envejecimiento, esta concentración es más alta en zonas de cultivo de kelp, llegando a ser de 20 a 37 micro moles por atmósfera.
Por eso, los investigadores recomiendan gestionar las cosechas cuando el alga está madura y justo en el momento que se revierte la función de sumidero a fuente emisora de dióxido de carbono.
En definitiva, al cosechar el alga en el momento óptimo es esencial para convertir estos cultivos en sumideros de carbono azul.